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9 formas de perder amigos e irritar a los demás. ¿Cómo ser un capullo integral?

Si en un anterior artículo hablábamos sobre cómo aprender a influir en los demás, en esta ocasión, el escritor Jeff Haden nos hace un resumen con 9 puntos extraídos del libro de Dale Carnegie (Cómo Ganar amigos e influir en los demás), sobre ciertos hábitos o comportamientos que provocarían el resultado contrario, que sería el acabar irritando a las personas, y en consecuencia perder «amigos». Básicamente es una guía perfecta sobre cómo ser un verdadero capullo integral. Estoy seguro que tanto en tu círculo de amistades como en la empresa te habrás encontrado con personas que podemos identificar con alguno o varios de estos hábitos.

Imagen: Margin Call


1. Haces perder el tiempo a las personas.

Cada vez que llegas tarde a una cita o reunión, el subconsciente de los allí presentes capta un mensaje muy claro, y es que su tiempo no es importante para ti. Cuando esperas que un dependiente acabe de colgar el teléfono para buscar el dinero o la tarjeta de débito.

Cada vez que ves recoger, barrer o fregar a un camarero y le preguntas si van a cerrar, aún sabiendo que por cortesía te dirán que no hay prisa, si no eres un idiota, captarás el 2+2, «recoger y barrer = nos queremos ir».

La experiencia dice que la gente que comete estos pequeños detalles molestos, también son así para los detalles más importantes, pues las personas que no son capaces de notar que sus actos incomodan a otros, es porque son ajenos hacia las necesidades de los demás.

(Leer: radiografía de las personas impuntuales)

2. Ignorar a las personas que están en otro nivel «inferior».

Imagina que en el gimnasio al que vas hay un hombre mayor con sobrepeso esforzándose en las rutinas. Para la mayoría de la gente es invisible por la sencilla razón de que supuestamente no encaja. Luego estarían los «capullos nivel experto», que serían los que entre pesa y espejo, aprovecharían para reírse.

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Esto ocurre también en la empresa, donde parece que solemos hablar con las personas que supuestamente debemos hablar. Es como si estuviera permitido hablar con las secretaria, vendedores e incluso con la limpiadora (sobre todo si es guapa), pero parece que no estamos programados para hablar con el técnico de mantenimiento o con el limpiacristales.

No hay ningún reglamento que diga no puedes dar los buenos días al hombre del mono azul, aunque lo consideres una persona de nivel inferior a lo que realmente te mereces.

(Leer: 6 consejos para tener éxito en una cita)

3. Pides más de lo que deberías.

Un compañero que te pide un pequeño favor que no te supone ningún esfuerzo. Se lo haces y crees que eso te daría derecho a pedirle un favor que a él sí le supondría un gran esfuerzo o el ponerlo en un compromiso.

En otras ocasiones no has hecho nada por nadie, pero en cambio te sientes con el derecho de pedir un favor y que éste deba ser concedido, porque para tí es muy importante.

El caso es que tus necesidades son tu problema. El mundo no te debe nada y la gente tiende a ayudar a las personas que tienen «un algo» o por las que sientes un aprecio, y desde luego, tienden a ayudar a las personas que ayudan sin pedir nada cambio.

4. Ignorar a las personas que lo más seguro nunca te podrán ayudar.

Hablamos de ayudar a algunas personas que no están ni en condiciones de ayudarse a sí mismos. Puede que necesiten algo de comida, ropa abrigada para el frío o un par de euros. El simple gesto de ayudar a un anciano a cruzar la calle o ayudar a una mujer mayor a llevar la compra hasta el ascensor.

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No soy creyente del Karma, pero sí soy creyente de que nuestros pequeños actos le pueden cambiar el día a otra persona.

(Leer: 15 hábitos para el éxito)

5. Tú haces la pregunta y por tanto tú puedes interrumpir y hablar.

Le preguntas a una persona: «¿Qué piensas del nuevo diseño del logo de la empresa?». La persona está dándote su opinión y tú lo interrumpes para dar tu propia opinión. No preguntes a nadie si no le vas a dejar dar su opinión, además de que es de mala educación el cortar a una persona cuando está hablando. Recuerda que a la gente se gana con más facilidad cuando perciben que son escuchados.

6. ¿Sabes quién soy yo?.

La gente que se cree muy importante suele emplear esta típica frase o su equivalente: «tú no sabes quién soy yo, ¿verdad?» (en principio alguien que hace una pregunta retórica y además la reafirma para asegurarse). Y lo cierto es que suele ser la frase empleada por los típicos payasos fanfarrones que independientemente de quiénes sean, no dejan de ser unos idiotas, porque solo un idiota emplea esta frase.

7. Ser muy divertido y gracioso (con continuidad y exceso).

Todos sabemos que a las personas les gustan los tipos divertidos y con sentido del humor, pero a veces este tipo de personas continúan hasta el cansancio. Creen que cada broma debe superar la siguiente porque ya han colocado el nivel muy alto. Incluso no consiguen ver cómo cada ve las risas son menos sinceras.

Hay que saber cuándo se debe parar antes de provocar una situación estresante y agónica para el resto.

8. Hablar demasiado de uno mismo con demasiadas anécdotas personales.

Tu vida es muy interesante así como todo lo que has hecho. Nadie lo pone en duda, pero debemos entender que por mucho que nos esforcemos en transmitir nuestras sensaciones a la otra persona, no es una película, y por tanto, podemos aburrir tremendamente a la otra persona.

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Por ejemplo, hablando de película: el día de tu boda estoy seguro de que fue espectacular y uno de los días más bonitos de tu vida (de tu vida). No puedes pretender que el resto de personas se mueran de ganas de ver el vídeo de tu boda y que se rían de las bromas de tu tito Pepe al que ni siquiera conocen.

Del mismo modo, en ocasiones surgen anécdotas muy graciosas en nuestra profesión que al resto de personas ajenas a nuestra profesión les puede costar trabajo captar.

9. Discrepar de malas formas.

«No tienes ni p*** idea de lo que estás hablando». ¿Estás seguro de que es la forma más adecuada de decirlo?, y si además la persona que emplea esa contestación no te da su opinión o los motivos de por qué tu razonamiento no es el acertado, es inevitable que sea la típica frase que dispara un enfrentamiento. En 9 de cada 10 casos, el que emplea esa frase es porque no tiene un argumento válido para contrarrestar tu punto de vista, y por tanto, recurre a una frase cuyo propósito es intentar desprestigiar.

Si realmente quieres mostrar tu desacuerdo con alguien en su punto de vista, cambia esa frase por: «creo que no es acertado….» o «en ese punto no llevas razón porque….», y si quieres entrar más directo al trapo puedes decir tranquilamente «te equivocas en ese punto porque…».

A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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