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El testimonio de esta «licenciada en sufrimiento» te dará 1000 motivos para levantarte y hacer que desaparezcan tus problemas.

Abby Smith era una chica de 16 años como otra cualquiera. Estudiaba y llevaba una vida normal hasta que un día su vida cambió por completo. Una noche, mientras su madre le estaba cortando el pelo, sintió como si un cuchillo le atravesara la cabeza. Un constante e intenso dolor que la hizo tirarse al suelo. Pensaba que se estaba muriendo mientras rogaba a Dios y a su madre que por favor, hiciera que ese dolor se detuviera.

Se dirigieron al médico y tras hacerle unas pruebas, le diagnosticaron con Neuralgia del Trigémino, también conocida como la «enfermedad del suicidio», debido a que es una enfermedad cuyo dolor y sufrimiento apenas da tregua, y los que la padecen tienden a suicidarse para detener el sufrimiento. En algunos se puede intervenir quirúrgicamente. En otros casos, los síntomas son espantosos pero algo más leves. Por desgracia para Abby Smith, su caso es una excepción y los neurólogos reconocieron que era uno de los peores casos habían visto. Abby debería vivir con esta enfermedad para siempre.

La propia Abby cuenta que todos los días son un infierno para ella. Pasó de ser una feliz niña alegre y de carácter afable a vivir como si todos los días te estuvieran constantemente torturando y con tu vida empañada por las decenas de pastillas que debe tomar diariamente, y que por si fuera poco, además, la han estropeado físicamente al haberle hecho engordar perdiendo la estilada silueta que hasta aquel día tenía.

Pero Abby no abandonó los estudios a pesar de su incapacidad para concentrarse con los ataques de dolor. Se levantaba y untaba sus ojos con maquillaje para esconder esas ojeras provocadas por la falta de sueño acumulada y tapar sus vasos sanguíneos prácticamente rotos por el llanto.

Abby intentaba poner su mejor cara una vez cruzaba la puerta del instituto, siempre con una sonrisa hasta el punto de que muy pocos en el instituto sabían que tenía esta espantosa y terrible enfermedad. Todos se enteraron cuando tuvo que ser hospitalizada durante una semana en su último año de instituto.

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Cuenta Abby que todos sus compañeros de clase fueron a visitarla al hospital para darle ánimos y abrazos. Ella añoraba tener una vida normal como la de sus amigos, algo que debía asumir que no podría.

La vida de Abby era del instituto a casa, dormir unas horas aprovechando el efecto del medicamento, levantarse, cenar, ducharse y volver a acostarse. De esta forma, con una poca de suerte, evitaba el dolor durante algunas horas.

Asegura que por más que lo intentara, ella no puede describir con palabras el dolor que soporta cada día, pero dice que es una sensación similar a sentir que alguien ha introducido un cuchillo en tu cabeza y está agitándolo hacia arriba y abajo en el cerebro. La paraliza, la agota, y la hace llorar al tener que asumir que es algo que jamás terminará para ella y que así será el resto de su vida.

No podrá disfrutar de un momento de tranquilidad, ni sentir con placer los besos de un hombre, ni sentir la brisa del mar ni observar un atardecer sin sentir ese cuchillo en su cerebro. Tampoco podrá disfrutar de una noche de sueño . En ocasiones no podrá moverse.

Abby llegó a la Universidad.

Abby logró llegar a la Universidad, pero un día recibió un correo electrónico de la administración de esta Universidad, en la cual, bajo las leyes que se aplican a los estudiantes en esta universidad, la amenazaron con las suspensión indefinida si no llegaba a estar lo suficientemente sana como para asistir a la iglesia al menos dos veces a la semana, un lujo que su enfermedad no le permitiría.

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Abby se rindió.

Cuenta que lo único que la mantenía con cierta esperanza de llevar una vida más o menos normal, dentro de lo que ella denominaba una mierda de vida, era el poder acabar sus estudios. En el mismo momento que recibió ese correo, reconoce que se rindió.

«Me dí por vencida en todo. Mi vida, mis relaciones, mi educación y mi sueño»

Abby planeó la forma de hacer honor al nombre de su enfermedad y quitarse la vida. Sería algo sencillo, rápido, sin dolor o con dolor no importaba para ella, y en unos instantes todo el sufrimiento habría acabado para ella.

Pero algo la detuvo a última hora. ¿Por qué renunciar a sus sueños a pesar de tenerlo todo en contra?.

En la actualidad Abby Smith tiene 19 años y en estos momentos está luchando legalmente por su derecho de  asistir a la universidad de la que fue expulsada.

«Es mi vida y voy hacer lo que yo quiero hacer. Quiero enseñar inglés en Corea del Sur y voy a hacerlo. He vivido un infierno durante los últimos 3,5 años. Tomo un sinnúmero de medicamentos y todos los médicos me conocen por mi nombre. Nadie sabe cómo ayudarme en mi situación de salud, pero me consta que están haciendo todo lo posible por intentarlo. Mi vida vale la pena.
Es mi propia opción el dejar que el universo me pisotee o animarme y mostrarle al universo que el centro de la Neuralgia soy yo»

Pero el artículo no termina aquí. ¿Cómo he sabido de la historia de esta valiente y sufridora chica?

Estaba en un hilo de Quora en el que una persona preguntaba sobre qué lecciones podemos aprender del sufrimiento, y vi unos consejos muy extraños (aunque sabios) y nunca antes vistos. Y la autora era una joven mujer (Abby Smith). Estos son los consejos que Abby les da a las personas que sufren.

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El sufrimiento enseña y es un gran docente.

1. Sé agradecido por los días en los que no estás sufriendo, aunque no tengan motivo para ser buenos días.
2. Nunca asumas porque estés sufriendo o tengas problemas, que el sufrimiento o problemas de los demás no son «tan malos» como los tuyos.
3. No importa el tipo de sufrimiento que padezcas. Aún puedes ser positivo.
4. Usa tu sufrimiento para ayudar a otras personas.
5. Toma tiempo para cuidar y animar a otras personas. A veces, nuestro sufrimiento aminora con la sensación placentera de estar quitándole parte del sufrimiento a otra persona.
6. Nunca sabes lo que sienten otras personas. Hay personas que probablemente sufran aún más que tú por tu sufrimiento. Así que intenta mostrarles tu mejor cara. De esa forma puede que no evites tu sufrimiento, pero evitas que las personas de tu alrededor también sufran. Y eso ya es mucho.

Está claro que tras ver estos consejos, quise saber sobre la autora y llegué a su historia personal, entendiendo perfectamente que estos consejos únicamente podían venir de una licenciada en el verdadero sufrimiento.

Lección que nuevamente aprendo de esta historia.

A veces creemos que tenemos problemas, nos hundimos, nos desmotivamos, caemos y no conseguimos levantarnos. Pero entonces conoces a personas como Abby, que aún atravesando todo el infierno por el que está pasando, encuentra momentos de optimismo, rompiendo los esquemas de lo que nosotros consideramos sufrimiento y problemas. Sin duda, un claro ejemplo de constante lucha y superación. Sencillamente impresionante.

A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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