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Lecciones de un inversor: lo que aprendí al perder 1,6 millones, el trabajo y la reputación.

Jim Paul (ya fallecido), fue un joven que como tantos otros desembarcó en Wall Street con la esperanza de hacer fortuna. Tras una serie de mercados alcistas, golpes de suerte e inversiones inteligentes, prosperó en la industria haciéndose un nombre. Pero su arrogancia creció tanto como su éxito, y comenzó a tomar terribles decisiones de inversión que condujeron a su caída en 1983.

La firma de inversión para la que trabajaba le despidió y su reputación como inversor quedó por los suelos. Perdió un total de 1,6 millones de dólares, de los cuales, $ 400.000 era dinero que le había pedido prestado a sus amigos.

Pero tras 7 años de lucha, en 1990, ya estaba trabajando nuevamente en el departamento de investigación de futuros de Morgan Stanley y acabó dirigiendo nuevamente un equipo como asesor de inversiones donde conoció a Brendan Moynihan, el cual, más adelante escribiría junto a Jim Paul  el libro » What I Learned Losing a Million Dollars (Lo que aprendí de perder un millón de dólares)», un libro muy usado para hablar de la psicología y los sesgos de los inversores y los errores que cometemos que nada tienen que ver con nuestros conocimientos en inversiones.

Moynihan usó la trayectoria de Paul para hablar de ello y éstas serían tres de esas lecciones que aparecen en el libro.

1. Internalizar el fracaso.

Si bien es muy aconsejable asumir un error como propio sin culpar a nadie más, cuando se trata de inversión, los inversores tienden a internaliar esos errores de otra forma. Y es que los inversores, según Moynihan, suelen equiparar su autoestima con el patrimonio neto, por lo que es una forma de equiparar los fracasos con tu identidad.

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Si pierdes una gran cantidad de dinero o sufres otro gran revés, debes cambiar la actitud. No es lo mismo considerarte un fracasado que considerarte una persona que una o varias veces fracasó. Hay todo un mundo de diferencia para nuestra mente.

Y fue ese temor a otro fracaso el que persiguió a Paul, y en una ocasión le hizo abortar en una inversión especulativa, porque varios indicadores no cuadraban, y a pesar de que su instinto profesional le decía que estaba en lo cierto, Paul quería tener seguridad en la inversión para no fracasar nuevamente. Perdió la oportunidad de remontar nuevamente al abortar aquella operación. Y perdió la oportunidad únicamente por el miedo a fracasar de nuevo.

2. Hay una enorme diferencia entre la toma de riesgos y los juegos de azar.

Ser un inversor inteligente requiere tomar muchos riesgos, y no todos ellos acabarán en éxito. Pero aún así, las decisiones inteligentes de alto riesgo  son muy diferentes de las apuestas. Los jugadores se casan con su ego hacia el dinero, que es lo que hizo Paul, según Moynihan.

Los jugadores quieren tener razón. No se trata del dinero, si no de una enfermedad. El dinero es sólo un boleto para entrar a jugar. Lo que realmente les gusta a los jugadores es la adrenalina de unas apuestas que podrían estar a nuestro favor.

3. La toma de decisiones emocional es muy peligrosa, sobre todo en grupo.

Eres un ser humano, y por tanto, es natural tener reacciones emocionales a las situaciones, para bien o para mal. Pero en la inversión, debes aprender a configurar tus sentimientos para mantenerlos al margen y mirar algo objetivamente antes de tomar una decisión.

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¿Cómo perdió Jim Paul 1 millón de dólares?

El ego y las emociones le jugaron una mala pasada en una operación. En 1980, Paul compró grandes cantidades de opciones que se vendían por unos pocos centavos para comprar a $ 60 por acción. Las opciones estaban muy cerca de la fecha de vencimiento. Le dijo a sus clientes que hicieran lo mismo.

A las 3 semanas, las acciones subieron hasta $ 38 y las opciones tenían un valor de $ 4. Si en aquel momento hubiera vendido, hubiera hecho un beneficio asombroso de 7,5 millones de dólares, pero decidió no vender debido a algunos rumores, y forzó a sus clientes para resistir, pensando que podrían subir mucho más.

Paul y sus compañeros estaban de acuerdo en mantener y no vender aún, comenzando incluso a hablar de dónde se iban a ir de vacaciones con el dinero que iban a ganar con la operación y todo lo que iban a comprar. Así cerraron los mercados el viernes.

El lunes, las acciones abrieron por debajo de $ 6 y las opciones no tenían ningún valor.

El hecho de mantener esas opciones y no venderlas fue en función de un rumor que circulaba sobre la empresa. De haber ganado 7 millones a perder más de 1 millón, hay una enorme diferencia. En Wall Street, es literalmente pasar de ser gurú y una leyenda, a ser un fiasco.

Pero en el libro, Paul explica este asunto como el peligro del pensamiento en grupo. Y es que todo el grupo de inversores le apoyó basándose únicamente en una información que no era fiable. Era sólo un rumor. Quizá si alguien le hubiera insistido para vender, no hubiera tenido aquel desenlace.

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El error que menciona también trata de una especie de fantasía del pelotazo rápido que te permitirá comprar un avión privado y pertenecer al selecto club de «estrellas de Wall Street».

En retrospectiva, desde todos los ángulos racionales de la inversión, lo más inteligente hubiera sido vender aquel viernes y recoger esa cuantiosa rentabilidad.

Y reconozco que cuando puedes recoger un alto beneficio, y en cambio decides mantener las acciones, si ocurre que éstas comienzan a caer hasta ver las ganancias reducidas e incluso entrar en pérdidas, la sensación que se te queda de haber hecho el gilipollas, es algo que ninguna universidad te podrá describir.

A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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