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Un estudio de 1953 demuestra los increíbles resultados de tener objetivos definidos en la vida.

Cuando hablábamos sobre las formas de aumentar la inteligencia, mencionábamos en un punto la importancia de tener metas y objetivos en la vida. Hay una diferencia abismal entre una persona que tiene un objetivo muy bien definido y otra que no sabe lo que quiere hacer en la vida. Y para los más incrédulos en este sentido, los trasladaremos a 1953.

Este punto queda reflejado con claridad en un estudio que se realizó con la promoción de 1953 de la Universidad de Yale.

Los investigadores preguntaron a los licenciados si tenían un conjunto de objetivos bien definidos en la vida, fijados por escrito y con un plan para alcanzarlos. Sólo un 3% de los licenciados que participaron en el estudio admitieron que lo tenían. El resto consideraron que aún era pronto, que la vida da muchas vueltas o, sencillamente, que no lo veían demasiado importante.

Los investigadores regresaron 20 años más tarde, en 1973, y visitaron a los participantes del estudio de la promoción de 1953. Para su asombro, descubrieron que aquel 3% de licenciados que en sus días reconocieron tener unas metas fijadas, valían más, en términos de solvencia económica, que todos los del  97% restante juntos.

Es decir, aquel 3% había acumulado más riqueza que el otro 97%.

En el estudio, únicamente se midió el éxito financiero. No obstante, los investigadores también pudieron observar cómo aquel 3% habían cumplido otros objetivos menos medibles, como son la felicidad o la satisfacción en la vida, además de sentirse más realizados personalmente. Algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que tener más solvencia económica y más libertad financiera, sin lugar a dudas, por regla general, conlleva a más tranquilidad, menos problemas y más sentido de la realización personal.

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Todo es cuestión del foco.

Para tener éxito hay que enfocarse y apuntar directamente a aquello que queremos conseguir. Sin distracciones. Y para poder apuntar a un objetivo, primero debemos tener el objetivo. Cuando el cerebro tiene un objetivo bien definido, puede enfocarse, y no por arte de magia, sino porque es lo que hace la propia mente. Y es la propia mente la que nos dará todo lo necesario para dirigirse hacia ese objetivo. Si careces de metas, esa energía se despilfarrará en todas direcciones.

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A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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